Hostel en San Martín de los Andes donde me alojase, allí conocí a Maxi, de casualidad también juninense y residente platense, aunque varias generaciones mayor.
Como el horario de desayuno y cena lo compartíamos, se fueron sucediendo las conversaciones, del viaje que está realizando, de los lugares que visitó y como en cada lugar que para busca hacer una excursión en la montaña, un trekking o un ascenso, esa es su actividad.
Unos de esos días durante la cena me comenta que estaba planificando hacer una excursión a la laguna Kika para el día siguiente, el alemán que lo acompañaba rumbeaba para otro lado, así que me invitó si lo quería acompañar. Me mostró donde está la laguna, la ruta que pretendía hacer, fotos del lugar, los comentarios de gente que hizo el recorrido en un foro, le consultamos al encargado de hostel y resulta que suele ir, incluso lleva a personas a conocer. Teníamos todo, la ruta marcada en GPS, el pronóstico del tiempo era favorable, las recomendaciones y consejos, no podía fallar, así que dije mañana vamos.
Al día siguiente, sin apuro, desayunamos abundante, puesto que en el foro decían que se tardaba entre 6 y 7 horas, así que sabíamos que nos iba a tomar todo el día. A media mañana nos dirigimos a la terminal para tomar el colectivo que nos llevaría hasta el barrio “Cordones del Chapelco”, desde comenzaríamos la caminata. La idea del recorrido era hacer el ascenso por el cordón del cerro Chapelco, pasar por la laguna Kika y luego bordear el Chapelco para terminar en el centro de sky.
El primer contra tiempo que nos encontramos fue que sendero no había, ni cartelería, ni rastros de ninguna otra persona use esa ruta para subir al cerro, el sendero consistía en huellas de animales en direcciones aleatorias. Aquí fue donde se sumó el tercer miembro de la excursión, firulais, un pastor alemán que nos vio cortar campo y se nos vino corriendo contento. La verdad que no se llama firulais seguramente, pero se merece un nombre más que perro, así que lo bauticé firulais. Fue una gran preocupación que nos siguiera, puesto que pretendíamos terminar el recorrido al otro lado del cerro y muchos kilómetros de su casa, y claramente tenía dueño. No lo acariciamos, ni le dimos comida, ni bola en general, no sabemos por qué, pero se empecinó en seguirnos, hasta que entendimos que no podíamos hacer nada y se iba a quedar o ir cuando quisiera.
Así que, siguiendo las huellas, perdiendo el camino constantemente, mirando el GPS para no errarle, comenzamos a ascender por el cordón del cerro. De repente el sol que nos venía acompañando, deja de estar, el cielo se pone gris y comienza a lloviznar intermitentemente. Y se empieza notar la diferencia de estado físico, Maxi se me adelantaba, no le podía seguir el ritmo, y yo no estaba tan mal, pero no es lo mismo cuesta arriba en la montaña, que la bici o el llano, y él venia haciéndolo casi diariamente hace meses.
Llegamos a una zona de piedras rojizas y a nuestra izquierda se veía la ladera de la montaña hacia abajo, teníamos que seguir subiendo, y cuando llegamos a una gran piedra roja un viento fortísimo nos pega en la cara. Nos refugiamos un rato al reparo pensando que era una ráfaga pasajera, pero no, la cosa no mejoró, si no lo contrario, la vista que teníamos del valle se empezó a nublar hasta que no se vio nada más. La nube nos cubrió totalmente, se veía apenas unos metros. A partir de este punto las cosas ya no fueron nada bonitas, la llovizna junto con el viento era tremendamente molesta y además no se veía un pomo, pero empecinado seguimos para adelante.
Nos desorientamos un poco, comenzamos a bajar queriendo seguir la ruta marcada por el GPS, pero había que mantenerse en ascenso puesto que teníamos que llegar a la altura de destino que eran 2000 msnm. Cuando llegamos a los 2000 metros nos encontramos con un llano, estábamos cerca, pero el frío se comenzaba a sentir. Nos escrudiñamos debajo de una saliente con vista a un mallín del lado sur del cerro, con el fin de descansar al reparo del viento y poder ver el mapa para tratar de orientarnos. Y de repente, al reparo del viento, me doy cuenta que la llovizna no era más llovizna, era HIELO!
Yo estaba más o menos equipado y había llevado abrigo extra en la mochila, remera térmica polar y campera impermeable con capucha, además de botas de trekking. Pero mi compañero estaba así nomas con una camperita deportiva, pantalón liviano y zapatillas de tela de avión rotas, yo tenía frío y no me quería imaginar lo que estaba padeciendo este tipo mojado, desabrigado y con cero grados centígrados o menos que estaba haciendo ahí arriba.
El GPS marcaba que estábamos sobre la laguna, 200 metros cuesta abajo tenía que estar, pero nosotros mirábamos para abajo y no se veía nada y tampoco se veía una ruta para descender. Dimos vueltas buscando por donde bajar y no se veía seguro por ninguna lado, la estábamos pasando realmente mal y si la llovizna molestaba el hielo, nieve, granizo o lo que sea, era peor.
- - Vamos, le digo, sigamos no nos podemos quedar acá más tiempo, hay que bajar.
Quisimos seguir la ruta que teníamos marcada, pero fue imposible, no encontramos camino, todo era acantilado si nos asomábamos. Volvamos por donde vinimos, le digo, era más largo el camino pero ya lo conocíamos. No fue tan fácil como pensamos, seguíamos sin ver y no teníamos ninguna referencia. Y acá es donde aparece el héroe de esta historia, firulais, si el perro. Mientras nosotros estábamos perdidos y desorientados, él siempre encontraba el camino de nuevo, así que sólo lo seguíamos a él, dejábamos que se adelante para que nos marque por donde teníamos que ir.
Con sólo descender unos 200 o 300 metros de altitud ya estábamos fuera de la nube, ya era otra cosa y volvió la tranquilad de que estábamos a salvo. Mirando hacia arriba contemplamos donde nos habíamos metido.
Tardamos casi 7 horas en subir y bajar, 6 horas y 43 minutos, 16 km recorridos, altitud máxima alcanzada 2000 m.s.n.m. y 1200 metros de desnivel. Pero lo que me llamó la atención, fue que a pesar del tiempo y el esfuerzo físico, maxi no comió ni tomó nada hasta que bajamos. Yo me bajé 2 litros de agua, tomaba a cada rato. Sólo se tomó unos mates ya volviendo y habíamos desayunado temprano mucho antes de salir, de donde salió este tipo! Además de bancarse el frío tampoco necesita tomar agua parece.
Al final, el experimentado senderista, terminó confesando que nunca la había pasado tan mal, que llegó un momento que no sentía ni los pies ni las manos, eso que había estado en lugares más altos, haciendo noche en refugios de montaña y hasta con nieve. El cordón del Chapelco parecía un paseíto pero se puso bravo.
Firulais nos acompañó hasta la parada de colectivo, caminando siempre delante de nosotros y mirando para atrás cada tanto para ver si seguíamos ahí, espero que haya vuelto a su casa.
Saludos
Como el horario de desayuno y cena lo compartíamos, se fueron sucediendo las conversaciones, del viaje que está realizando, de los lugares que visitó y como en cada lugar que para busca hacer una excursión en la montaña, un trekking o un ascenso, esa es su actividad.
Unos de esos días durante la cena me comenta que estaba planificando hacer una excursión a la laguna Kika para el día siguiente, el alemán que lo acompañaba rumbeaba para otro lado, así que me invitó si lo quería acompañar. Me mostró donde está la laguna, la ruta que pretendía hacer, fotos del lugar, los comentarios de gente que hizo el recorrido en un foro, le consultamos al encargado de hostel y resulta que suele ir, incluso lleva a personas a conocer. Teníamos todo, la ruta marcada en GPS, el pronóstico del tiempo era favorable, las recomendaciones y consejos, no podía fallar, así que dije mañana vamos.
Al día siguiente, sin apuro, desayunamos abundante, puesto que en el foro decían que se tardaba entre 6 y 7 horas, así que sabíamos que nos iba a tomar todo el día. A media mañana nos dirigimos a la terminal para tomar el colectivo que nos llevaría hasta el barrio “Cordones del Chapelco”, desde comenzaríamos la caminata. La idea del recorrido era hacer el ascenso por el cordón del cerro Chapelco, pasar por la laguna Kika y luego bordear el Chapelco para terminar en el centro de sky.
El primer contra tiempo que nos encontramos fue que sendero no había, ni cartelería, ni rastros de ninguna otra persona use esa ruta para subir al cerro, el sendero consistía en huellas de animales en direcciones aleatorias. Aquí fue donde se sumó el tercer miembro de la excursión, firulais, un pastor alemán que nos vio cortar campo y se nos vino corriendo contento. La verdad que no se llama firulais seguramente, pero se merece un nombre más que perro, así que lo bauticé firulais. Fue una gran preocupación que nos siguiera, puesto que pretendíamos terminar el recorrido al otro lado del cerro y muchos kilómetros de su casa, y claramente tenía dueño. No lo acariciamos, ni le dimos comida, ni bola en general, no sabemos por qué, pero se empecinó en seguirnos, hasta que entendimos que no podíamos hacer nada y se iba a quedar o ir cuando quisiera.
Así que, siguiendo las huellas, perdiendo el camino constantemente, mirando el GPS para no errarle, comenzamos a ascender por el cordón del cerro. De repente el sol que nos venía acompañando, deja de estar, el cielo se pone gris y comienza a lloviznar intermitentemente. Y se empieza notar la diferencia de estado físico, Maxi se me adelantaba, no le podía seguir el ritmo, y yo no estaba tan mal, pero no es lo mismo cuesta arriba en la montaña, que la bici o el llano, y él venia haciéndolo casi diariamente hace meses.
Llegamos a una zona de piedras rojizas y a nuestra izquierda se veía la ladera de la montaña hacia abajo, teníamos que seguir subiendo, y cuando llegamos a una gran piedra roja un viento fortísimo nos pega en la cara. Nos refugiamos un rato al reparo pensando que era una ráfaga pasajera, pero no, la cosa no mejoró, si no lo contrario, la vista que teníamos del valle se empezó a nublar hasta que no se vio nada más. La nube nos cubrió totalmente, se veía apenas unos metros. A partir de este punto las cosas ya no fueron nada bonitas, la llovizna junto con el viento era tremendamente molesta y además no se veía un pomo, pero empecinado seguimos para adelante.
Nos desorientamos un poco, comenzamos a bajar queriendo seguir la ruta marcada por el GPS, pero había que mantenerse en ascenso puesto que teníamos que llegar a la altura de destino que eran 2000 msnm. Cuando llegamos a los 2000 metros nos encontramos con un llano, estábamos cerca, pero el frío se comenzaba a sentir. Nos escrudiñamos debajo de una saliente con vista a un mallín del lado sur del cerro, con el fin de descansar al reparo del viento y poder ver el mapa para tratar de orientarnos. Y de repente, al reparo del viento, me doy cuenta que la llovizna no era más llovizna, era HIELO!
Yo estaba más o menos equipado y había llevado abrigo extra en la mochila, remera térmica polar y campera impermeable con capucha, además de botas de trekking. Pero mi compañero estaba así nomas con una camperita deportiva, pantalón liviano y zapatillas de tela de avión rotas, yo tenía frío y no me quería imaginar lo que estaba padeciendo este tipo mojado, desabrigado y con cero grados centígrados o menos que estaba haciendo ahí arriba.
El GPS marcaba que estábamos sobre la laguna, 200 metros cuesta abajo tenía que estar, pero nosotros mirábamos para abajo y no se veía nada y tampoco se veía una ruta para descender. Dimos vueltas buscando por donde bajar y no se veía seguro por ninguna lado, la estábamos pasando realmente mal y si la llovizna molestaba el hielo, nieve, granizo o lo que sea, era peor.
- - Vamos, le digo, sigamos no nos podemos quedar acá más tiempo, hay que bajar.
Quisimos seguir la ruta que teníamos marcada, pero fue imposible, no encontramos camino, todo era acantilado si nos asomábamos. Volvamos por donde vinimos, le digo, era más largo el camino pero ya lo conocíamos. No fue tan fácil como pensamos, seguíamos sin ver y no teníamos ninguna referencia. Y acá es donde aparece el héroe de esta historia, firulais, si el perro. Mientras nosotros estábamos perdidos y desorientados, él siempre encontraba el camino de nuevo, así que sólo lo seguíamos a él, dejábamos que se adelante para que nos marque por donde teníamos que ir.
Con sólo descender unos 200 o 300 metros de altitud ya estábamos fuera de la nube, ya era otra cosa y volvió la tranquilad de que estábamos a salvo. Mirando hacia arriba contemplamos donde nos habíamos metido.
Tardamos casi 7 horas en subir y bajar, 6 horas y 43 minutos, 16 km recorridos, altitud máxima alcanzada 2000 m.s.n.m. y 1200 metros de desnivel. Pero lo que me llamó la atención, fue que a pesar del tiempo y el esfuerzo físico, maxi no comió ni tomó nada hasta que bajamos. Yo me bajé 2 litros de agua, tomaba a cada rato. Sólo se tomó unos mates ya volviendo y habíamos desayunado temprano mucho antes de salir, de donde salió este tipo! Además de bancarse el frío tampoco necesita tomar agua parece.
Al final, el experimentado senderista, terminó confesando que nunca la había pasado tan mal, que llegó un momento que no sentía ni los pies ni las manos, eso que había estado en lugares más altos, haciendo noche en refugios de montaña y hasta con nieve. El cordón del Chapelco parecía un paseíto pero se puso bravo.
Firulais nos acompañó hasta la parada de colectivo, caminando siempre delante de nosotros y mirando para atrás cada tanto para ver si seguíamos ahí, espero que haya vuelto a su casa.
Saludos
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