Hola amigos, este bello relato de Chiche Aracena está bajado del foro antiguo, como todos habrán comprobado a veces se hace difícil leerlo porque los acentos en las letras dificulta la lectura, yo me tomé el atrevimiento de corregirlo y tratar de que lo podamos compartir. Es un bonito recuerdo de Chiche para con un buen amigo, buen pescador y mejor atador escocés que pesco y murió en nuestra Argentina. Sepan disculpar si mi "traducción" no es del todo genuina, pero iba "adivinando" el relato.
Para usar un término acorde con su origen, diría que era lo más parecido a un "Gentleman" que he conocido. Era bueno, cariñoso, muy curioso, sobre todo en lo referente a las truchas y su alimentación en el Chimehuín. Creo no exagerar cuando digo que, salvo los técnicos del CEAN, no hubo otra persona que haya sabido más que él de la alimentación de las truchas en ese lugar.
Allan acompañaba a Don Benito Pérez cuando en sus comienzos estudiaba sobre ese tema, lo que luego volcó en su libro.
En nuestra actividad sobresalía en el atado de moscas. Durante años usé solo secas atadas por él.
No era un buen "caster" para la época, tal vez parecía (y usaba los elementos) un pescador inglés o escocés de hace 100 años, pero se las arreglaba.
Lamentablemente desde joven tomaba bastante licor, eso arruinó su matrimonio y al quedar solo se deterioró su salud y su economía en poco tiempo, aunque en su forma vivía como más quería; libre y soñador, escapando de los problemas cotidianos con un buen trago, o tal vez un taza de té, pero escuchando música clásica o simplemente atando, muchas veces con público que no podía escapar a tan exquisita artesanía.
A pocos días de un inicio de temporada, cuando ya su cuerpo mostraba claramente el daño que le producía el alcohol, y algunos amigos trataban infructuosamente de apartarlo de ese vicio, fui como siempre a visitarlo, charlar un rato y verlo atar, lo que para mi era un verdadero lujo!
Pero además apreciaba esos momentos a su lado, porque me llenaba de tranquilidad, de sosiego tan poco frecuente en mi forma de ser de aquellos tiempos.
En esa oportunidad me comentó que había escuchado que yo estaba pescando bien, y me dijo:
Chiche, como me gustaría entrar a La Boca contigo! El se refería a llegar hasta el propio nacimiento del río, atravesando una corriente bastante fuerte y pescando con olas grandes y mucha corriente cuando hay viento, generalmente típico en Noviembre.
Yo le dije que sí, que no tenía problema y que, si estaba dispuesto a no tomar ni una gota de licor desde ese momento, yo lo pasaba a buscar a las seis de la mañana. A lo que me respondió que sí, que seguro que sí.
Efectivamente temprano en la mañana estaba listo y esperando con la caña en una mano y un enorme tazón de té en la otra.
Llegamos a La Boca, armamos todo los elementos y encaramos la corriente. Su cuerpo alto y algo desgarbado iba protegido de las olas con el mío, paso tras paso fuimos acercándonos a la entrada del "Cajón". Con mi mano izquierda lo tomaba del abrigo, porque cuando pasamos la zona baja algunas olas me daban en el hombro, pero llegamos muy bien.
Nos detuvimos a unos cinco metros del fin del "Run Corto" donde el agua tal vez no tenía más de cuarenta centímetros, y le dije: Allan, este es el mejor lugar del río, con solo lanzar unos quince metros a la última parte del Run, la corriente meter? al mosca en "El Cajón", en ese momento recoge rápido - y le pregunté? Te sientes seguro? - y respondió que sí, que se sentía en "La Gloria" y agregó - déjame solo y vete a pescar! -
Desenganchó la línea y comenzó a balancear la enorme vara de bambú. Me alejé dos o tres metros corriente arriba, pero no estaba tranquilo, así que decidí no pescar y me di vuelta para verlo. En ese momento siento que grita y lo veo con la caña fuertemente doblada y sacudiéndose. En el primer lance le había tomado una buena trucha!.
Me acerqué y me aseguré de sujetarlo, y así comenzaron a pasar largos minutos.
El "Cajón" es un lugar de pesca tradicional en el que entra toda la corriente del "Run Corto", y a pesar de ser pequeño, tiene una profundidad que no se precisar, pero que seguramente es mucha, sobre todo en la primer parte. Allí se perdía la línea casi en forma vertical, mientras la caña no dejaba de oscilar delatando la enorme fuerza que hacía Allan, y no conseguía mover a la trucha, que seguro era muy grande. Creo que más pronto que tarde Allan me dijo que no daba más, y me pidió que por favor le corte la línea!, a lo que no accedí y le ofrecí ayudarlo. No se si hubiera aceptado, pero de cualquier manera se cortó el líder, seguramente debilitado por el roce con las rocas.
Allan quedó muy feliz, y prueba de ello es que le contó esos momentos vividos a cuanto amigo se cruzó en esos días, pero...
Pocos días después, yo ya en mi actividad laboral lejos de allí, me cuentan que una mañana pretendió entrar solo y algo bebido, y se lo llevó la corriente hasta casi la curva donde fue rescatado de los cabellos por un guardafaunas que, si no me equivoco era Pocho Espinoz. Y la enorme alegría por el bien que había creído hacer, se trastocó por un profundo arrepentimiento!.
Los señores Tulio Cimerilli (quien ha escrito bellísimamente sobre la vida de Allan), Víctor Brion y José Estévez lo conocen muy bien, íntimamente diría, porque lo han llevado a vivir con ellos en distintos momentos del último tramo de su vida, época en la que yo estaba lejos, muy lejos.
Allan!, te recuerdo mucho!, sabes?...
Nada que agregar, es emocionante cuando se recuerda así a un buen amigo!
Para usar un término acorde con su origen, diría que era lo más parecido a un "Gentleman" que he conocido. Era bueno, cariñoso, muy curioso, sobre todo en lo referente a las truchas y su alimentación en el Chimehuín. Creo no exagerar cuando digo que, salvo los técnicos del CEAN, no hubo otra persona que haya sabido más que él de la alimentación de las truchas en ese lugar.
Allan acompañaba a Don Benito Pérez cuando en sus comienzos estudiaba sobre ese tema, lo que luego volcó en su libro.
En nuestra actividad sobresalía en el atado de moscas. Durante años usé solo secas atadas por él.
No era un buen "caster" para la época, tal vez parecía (y usaba los elementos) un pescador inglés o escocés de hace 100 años, pero se las arreglaba.
Lamentablemente desde joven tomaba bastante licor, eso arruinó su matrimonio y al quedar solo se deterioró su salud y su economía en poco tiempo, aunque en su forma vivía como más quería; libre y soñador, escapando de los problemas cotidianos con un buen trago, o tal vez un taza de té, pero escuchando música clásica o simplemente atando, muchas veces con público que no podía escapar a tan exquisita artesanía.
A pocos días de un inicio de temporada, cuando ya su cuerpo mostraba claramente el daño que le producía el alcohol, y algunos amigos trataban infructuosamente de apartarlo de ese vicio, fui como siempre a visitarlo, charlar un rato y verlo atar, lo que para mi era un verdadero lujo!
Pero además apreciaba esos momentos a su lado, porque me llenaba de tranquilidad, de sosiego tan poco frecuente en mi forma de ser de aquellos tiempos.
En esa oportunidad me comentó que había escuchado que yo estaba pescando bien, y me dijo:
Chiche, como me gustaría entrar a La Boca contigo! El se refería a llegar hasta el propio nacimiento del río, atravesando una corriente bastante fuerte y pescando con olas grandes y mucha corriente cuando hay viento, generalmente típico en Noviembre.
Yo le dije que sí, que no tenía problema y que, si estaba dispuesto a no tomar ni una gota de licor desde ese momento, yo lo pasaba a buscar a las seis de la mañana. A lo que me respondió que sí, que seguro que sí.
Efectivamente temprano en la mañana estaba listo y esperando con la caña en una mano y un enorme tazón de té en la otra.
Llegamos a La Boca, armamos todo los elementos y encaramos la corriente. Su cuerpo alto y algo desgarbado iba protegido de las olas con el mío, paso tras paso fuimos acercándonos a la entrada del "Cajón". Con mi mano izquierda lo tomaba del abrigo, porque cuando pasamos la zona baja algunas olas me daban en el hombro, pero llegamos muy bien.
Nos detuvimos a unos cinco metros del fin del "Run Corto" donde el agua tal vez no tenía más de cuarenta centímetros, y le dije: Allan, este es el mejor lugar del río, con solo lanzar unos quince metros a la última parte del Run, la corriente meter? al mosca en "El Cajón", en ese momento recoge rápido - y le pregunté? Te sientes seguro? - y respondió que sí, que se sentía en "La Gloria" y agregó - déjame solo y vete a pescar! -
Desenganchó la línea y comenzó a balancear la enorme vara de bambú. Me alejé dos o tres metros corriente arriba, pero no estaba tranquilo, así que decidí no pescar y me di vuelta para verlo. En ese momento siento que grita y lo veo con la caña fuertemente doblada y sacudiéndose. En el primer lance le había tomado una buena trucha!.
Me acerqué y me aseguré de sujetarlo, y así comenzaron a pasar largos minutos.
El "Cajón" es un lugar de pesca tradicional en el que entra toda la corriente del "Run Corto", y a pesar de ser pequeño, tiene una profundidad que no se precisar, pero que seguramente es mucha, sobre todo en la primer parte. Allí se perdía la línea casi en forma vertical, mientras la caña no dejaba de oscilar delatando la enorme fuerza que hacía Allan, y no conseguía mover a la trucha, que seguro era muy grande. Creo que más pronto que tarde Allan me dijo que no daba más, y me pidió que por favor le corte la línea!, a lo que no accedí y le ofrecí ayudarlo. No se si hubiera aceptado, pero de cualquier manera se cortó el líder, seguramente debilitado por el roce con las rocas.
Allan quedó muy feliz, y prueba de ello es que le contó esos momentos vividos a cuanto amigo se cruzó en esos días, pero...
Pocos días después, yo ya en mi actividad laboral lejos de allí, me cuentan que una mañana pretendió entrar solo y algo bebido, y se lo llevó la corriente hasta casi la curva donde fue rescatado de los cabellos por un guardafaunas que, si no me equivoco era Pocho Espinoz. Y la enorme alegría por el bien que había creído hacer, se trastocó por un profundo arrepentimiento!.
Los señores Tulio Cimerilli (quien ha escrito bellísimamente sobre la vida de Allan), Víctor Brion y José Estévez lo conocen muy bien, íntimamente diría, porque lo han llevado a vivir con ellos en distintos momentos del último tramo de su vida, época en la que yo estaba lejos, muy lejos.
Allan!, te recuerdo mucho!, sabes?...
Nada que agregar, es emocionante cuando se recuerda así a un buen amigo!
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